martes, 5 de julio de 2011

Relatos de Sandy: La tribu de los Kuanjiri.

Esta historia la escribí hace ya tiempo para un concurso, pero creo que no gané nada. Que conste que el nombre yo lo leo como "Cuanlliri", pero cada uno lo puede leer como quiera.
La tribu de los Kuanjiri.

Hola, me llamo Area y tengo unos once años. Estoy siempre de viaje con mis padres por todo el mundo. He visitado muchos países y he conocido muchas culturas diferentes, pero hay una tribu que sé que jamás olvidaré. Es una tribu del centro de África. Se llaman los Kuanjiri, en honor a su primer líder, que se llamaba así.
Íbamos un día mis padres y yo de excursión por el desierto cuando el coche se quedó sin gasolina. Fuimos en busca de ayuda, pero al estar en medio del desierto no había nadie para ayudarnos. Apenas nos quedaba agua y comida. Empezábamos a sufrir espejismos. Un poco más tarde me desmayé a causa de la deshidratación. Por suerte vinieron a socorrernos una tribu y cuando recuperé el conocimiento estaba en una choza cerca de un oasis. Nos ayudaron a recuperarnos y unos días después estábamos otra vez bien. Nos enseñaron su idioma. La gente de la tribu era muy simpática y nos enseñaron sus costumbres y su forma de sobrevivir en el desierto. Era gente muy alta y fuerte. Los hombres vestían ropas hechas con pieles de animales que habían cazado y las mujeres hechas con hojas de grandes árboles. Cuando había alguna ceremonia importante todos vestían ropas hechas con piel de vaca. La gente que se encargaba de asegurarse de que no había peligro en la zona se pintaba la cara con unas rayas de color blanco y azul. El jefe de la tribu siempre lleva un palo con los colores del arco iris. Mis padres y yo nos fuimos haciendo amigos de las personas de la tribu y cada vez nos contaban más supersticiones y creencias. Tenían un animal sagrado para ellos y creían que si alguien le hacía algo al animal o a sus descendientes caería la desgracia sobre su tribu. El animal era una gacela que habían rescatado hacía tiempo cuando un león iba a devorarla. Además la tribu la usaba para decidir quien sería su jefe cuando moría el anterior. Colocaban a sus candidatos enfrente del animal y sería el jefe la persona a la que se le acercara la gacela. Kuanji, la bisnieta del primer jefe y mi mejor amiga, me contó que una vez no le hicieron caso a la gacela y eligieron a otro líder diferente al que había elegido la gacela y fue un líder muy cruel. Desde entonces siempre hacen caso a la gacela, porque con los líderes que eligió el animal la tribu ha prosperado.
También tienen una flauta que, según una creencia, si la tocan hacen cambiar el tiempo. Con ella pueden hacer que llueva o que esté soleado. Solo la usan en tiempo de necesidad, porque no quieren abusar de la flauta por si pierde sus poderes en un momento en que de verdad la necesiten. Kuanji es la que se encarga de tocarla, porque es la única que sabe.
Un día oí un gran grito. Era de Kuanji. Salí corriendo de la choza para ver qué había pasado. Todos estaban en la choza donde resguardan a la gacela. Conseguí abrirme paso y vi, con horror, que se habían llevado a la gacela.
-¡Se han llevado a la Gacela Sagrada!-gritó alguien.
-¡El pueblo va a caer en desgracia!-dijo alguien, muy asustado.
Por suerte llegó Juankay, el jefe, para calmar a la tribu.
-¡Calma, calma! Encontraremos a la gacela. Enviaremos a alguien a buscarla.
De pronto llegó otro hombre.
-¡Tambien se han llevado la Flauta Mágica! Por suerte han dejado un rastro y parecía que llevaba a un animal.
-¡La Gacela Sagrada!-exclamé.
-Iban hacia la Duna Tenebrosa.
La Duna Tenebrosa era como otra duna cualquiera, excepto porque tras ella se ocultaba un gran monstruo. El único que lo había visto era Tiyo, pero nadie dudaba de que fuera cierto que allí había un monstruo.
-¿Quién se ofrece voluntario para ir a por la Gacela Sagrada y la Flauta Mágica?
-¡Yo voy!-me ofrecí.
-¡Y yo!-dijo Kuanji.
-De acuerdo, pero os acompañarán Tiyo y Funku para que vayáis más seguras. La Duna Tenebrosa no queda muy lejos de aquí. Si os encontráis con algún problema, volved enseguida.
Un rato después partíamos en busca de la Gacela Sagrada y la Flauta Mágica. El camino no era muy largo, pero se me hubiera hecho eterno de no ser por las divertidas canciones que iban cantando Tiyo y Funku para entretenernos un poco, aunque Kuanji fue seria y silenciosa todo el camino.
Cuando pasamos la enorme duna vimos un oasis y una choza construida cerca de él, pero no había ningún monstruo a la vista. Había algunas más, pero esa nos llamó en especial la atención.
Nos acercamos un poco a la choza para comprobar si estaba habitada y si vivía ahí la persona que había robado la Flauta Mágica y había secuestrado a la Gacela Sagrada.
Cuando estábamos a punto de entrar apareció el que debía ser el enorme monstruo del que se hablaba porque Tiyo y Funku salieron escopeteados. A punto estuve de hacer lo mismo cuando Kuanji dijo:
-¡Pero si solo es un perro! ¡Gigantesco, pero un perro al fin y al cabo!
En ese momento suspiré aliviada.
Llamamos a la puerta y entramos en la casa. Dentro vimos a una niña que jugaba con la Gacela Sagrada y sobre una especie de mesa vimos la Flauta Mágica.
-¡Hola!-saludó la niña- Yo soy Natalia, ¿y vosotras quienes sois?
-Hola. Yo soy Kuanji y esta es Area. ¿por qué tienes a la Gacela Sagrada y la Flauta Mágica de nuestra tribu?
-¿Son de vuestra tribu? ¡Oh, lo siento! Yo solo quería jugar y crucé la duna para ver que había más allá. Fui de noche porque mis padres no quieren que cruce la duna. Entonces me encontré con esta gacela tan simpática y estuve jugando con ella y después me llevó a otro oasis con muchas casas y me dio la flauta para que la tocara. Como era ya muy tarde decidí volver a casa y me llevé a la gacela y la flauta a casa. ¡Yo solo quería jugar! ¡No quería causar problemas!
-No pasa nada, solo devuélvenos la flauta y la gacela y ya está.-dije-
-¡Claro! Pero le he cogido cariño a la gacela. ¿Os importaría que fuera de vez en cuando a jugar con ella?
-¡Puedes venir siempre que quieras!-contestó Kuanji.
Una vez recuperamos la flauta y la gacela volvimos junto a la tribu y dejamos la flauta en su sitio y a la gacela correteando con los niños más pequeños.
Aquella noche celebraron una gran fiesta, pero antes estuvimos hablando con el jefe de la tribu.
-Bien hecho. Habéis recuperado la flauta, a la gacela y además habéis derrotado al monstruo.
-En realidad no había ningún monstruo. Solo era un perro más grande de lo normal.-aclaré.
-¡Vaya! Entonces Tiyo la vista te ha jugado una mala pasada. La próxima vez que veas un monstruo asegúrate de que es un monstruo y no un animal un poco más grande de lo normal.
-No volverá a suceder.-dijo aún un poco asustado.
Estuvimos toda la noche de fiesta y me lo pasé genial. ¡Lástima que tuviera que irme al día siguiente! De todos modos jamás los olvidaré.

2 comentarios:

  1. tienes mucha imaginación, a mi también me gusta mucho escribir pero no se me da demasiado bien el género infantil.
    saludos!

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  2. Muchas gracias, me alegro de que te guste!
    Un beso :)

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